Siempre quise pasear
por cubierta en un velero
para contemplar el mar
y el hermoso azul del Cielo,
ver las gaviotas volar
en círculos sobre mí
y contemplar la destreza
que tienen cuando se lanzan
con velocidad endiablada
hundiendose entre las olas
para pescar a su presa.
Después sacan la cabeza
se remontan hacia el cielo
llevando entre su pico
la tan codiciada presa
que va a servir de alimento
y calmar su apetito.
¡Lo hacen una y mil veces!
Yo no me explico el motivo.
No creo que sea tan voraz
ni tan grande su apetito.
¿Lo harán para ejercitarse?
¿O quizá por instinto?
cuando sus estomagos llenos
no admitan un pececito.
Lo cierto es que me deleito
contemplando lo que hacen,
no me canso de seguir
con la vista a dichas aves
cuando siguen sin dejar
de volar sobre la nave.
Después me pongo a pensar
¡cuan inmenso es el mar!
Se pierde en el horizonte
y yo no logro alcanzar
con la vista su final.
Después miro hacia el cielo
embriagándome su azul
y lo contemplo extasiado.
¡Qué enorme tiene que ser,
qué grandeza, qué belleza!
No acierto ni a imaginarlo.
¿Pensar que estas maravillas
puedan llegar algún día
a un deterioro tan grande
que peligre su existencia?
¡Esto es una aberración!
No concibo esta injusticia,
que por culpa de unos cuantos
que les ciega la ambición
la fama y la codicia
tengamos que pagarlo tantos.
¡Concienciémonos de una vez!
Seamos seres racionales,
cuidemos las maravillas
que Dios nos ha otorgado.
¡Disfrutemos de ese mar,
disfrutemos de ese cielo!
Cuidémoslos con amor,
como a dos niños pequeños.
Ojalá que así sea
y no estemos viviendo un sueño.
Defendamos con presteza
los bienes que Dios nos dió.
Defendamos la belleza
de nuestra Naturaleza.
Vlcia. 5/3/07
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