9 mar 2008

LUGARES QUE DEJAN HUELLA

Hay un pueblo de pastores, mas que un pueblo es una aldea, en la comunidad de Aragón, cerca de donde la leyenda de los amantes nació. Cerca de Teruel, como no, Bronchales. El pueblo es uno de tantos, anclado entre los pinos de los Montes Universales. Tiene parajes preciosos, numerosos manantiales, la fuente del Hierro, el Ojuelo, la Teja, los Forestales, y un etcétera interminable.
Allí estuve muchas veces, y siempre me sentí a gusto. Tanto que al terminar la estancia, dejaba aquello a disgusto. Daba grandes paseos, el entorno me maravillaba. De todos los manantiales tenía que beber agua. Observaba aquellos pinos, altos, esbeltos, preciosos; también ví algunas ardillas, y algún ciervo camuflado entre la densa maleza que crecía por todos los lados.
La gente del pueblo era gente sencilla y amable, gente sana, sin perjuicios, era una gente admirable. Me enamoré de ese pueblo, se me metió en la sangre... Esa gente tan sencilla, ese aire puro y sano, con sabor a pino verde que soplaba por todas partes; el canto de algunas aves, que no llegó a preocuparme si eran chicas o eran grandes.
A la sombra de los pinos, me sentaba yo a leer, y así pasaban las horas, sin ver un rayo de sol de tan tupido que era el bosque, y tan altísimos los pinos que no dejaban pasar la luz del astro rey entre ellos, ni siquiera en los caminos.
Entre tanta Naturaleza sentía un bienestar, una sensación tan tierna, que terminaba adormecido y retozando entre la hierba.
Por desgracia hoy ni el entorno ni el pueblo son así, pero aún quedan rincones donde se puede ir.
Xilxes, 11 de julio 2007

DULCES VACACIONES

En un pueblo de la costa, a pocos metros del mar
pasando unas vacaciones, con tiempo para pensar,
llevaba una vida tranquila, mas que tranquila, vulgar,
la vida que a mí me gusta, y sin tener que explicar:
¿por qué hago esto o lo otro?, ¡porque me place, sin más!
Una vida muy tranquila, y solitaria además.
No es que me guste estar solo, no lo soportaría,
me gusta estar rodeado, de mi querida familia,
amigos y conocidos, como todo ser viviente,
tener nuestras reuniones, gozar de un buen ambiente,
compartir nuestras inquietudes, nuestros gozos, el presente...
Todo esto me agrada, y lo tengo muy en mente.
Me gusta ir por la calle, mezclarme con la gente,
dialogar, conversar, hablar de todas las cosas
que a todos nos suelen pasar.
Y en este pueblo costero, lo he tenido que encontrar.
Las mañanas son hermosas, llenas de luz y de paz,
y con las primeras brisas se infiltra en los pulmones
el salobre del mar que el vaivén de las olas,
en constante movimiento, lanzan al aire al chocar.
Estas y otras sensaciones, hacen sentirte tan vivo
que despierto has de soñar. Tan a gusto estoy a veces
que no cambiaría por nada la placidez de estos días.
Aquí, cerca de la playa, en este pueblo de Xilxes,
un pueblo de Castellón, pasé días muy buenos,
hermosos diría yo. Tengo que agradecer esto
a mi hijo y su mujer. Me dejaron su vivienda
para así poder tener unas buenas vacaciones
y endulzarme la vejez.
Xilxes, 10 de Julio 2007