En un pueblo de la costa, a pocos metros del mar
pasando unas vacaciones, con tiempo para pensar,
llevaba una vida tranquila, mas que tranquila, vulgar,
la vida que a mí me gusta, y sin tener que explicar:
¿por qué hago esto o lo otro?, ¡porque me place, sin más!
Una vida muy tranquila, y solitaria además.
No es que me guste estar solo, no lo soportaría,
me gusta estar rodeado, de mi querida familia,
amigos y conocidos, como todo ser viviente,
tener nuestras reuniones, gozar de un buen ambiente,
compartir nuestras inquietudes, nuestros gozos, el presente...
Todo esto me agrada, y lo tengo muy en mente.
Me gusta ir por la calle, mezclarme con la gente,
dialogar, conversar, hablar de todas las cosas
que a todos nos suelen pasar.
Y en este pueblo costero, lo he tenido que encontrar.
Las mañanas son hermosas, llenas de luz y de paz,
y con las primeras brisas se infiltra en los pulmones
el salobre del mar que el vaivén de las olas,
en constante movimiento, lanzan al aire al chocar.
Estas y otras sensaciones, hacen sentirte tan vivo
que despierto has de soñar. Tan a gusto estoy a veces
que no cambiaría por nada la placidez de estos días.
Aquí, cerca de la playa, en este pueblo de Xilxes,
un pueblo de Castellón, pasé días muy buenos,
hermosos diría yo. Tengo que agradecer esto
a mi hijo y su mujer. Me dejaron su vivienda
para así poder tener unas buenas vacaciones
y endulzarme la vejez.
Xilxes, 10 de Julio 2007
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