¡Cuantos amaneceres
contemplé desde mi ventana!
¡De cuantos bellos paisajes
con mis ojos disfruté!
¡Cuanta amargura almacena
esta mente atormentada!
Desde aquél maldito día
en que desperté angustiado
por no poderme ni ver
los dedos de mis dos manos.
Caí en un oscuro pozo,
no sé a santo de qué
si nunca hice motivos
para la vista perder.
¡Si fui bueno, fui cristiano!
Nunca dejé tu rebaño.
¿Por qué Dios este castigo?
que no puedo contemplar
ni los dedos de mi mano.
Con que nostalgia recuerdo
las cosas bellas que ví.
Con que pena las perdí
y ahora que quisiera verlas
no las puedo contemplar.
Ya no puedo ver el Cielo,
los bellos amaneceres
reflejados en el mar,
y me consume la rabia
por no poder contemplar
todas las cosas hermosas
que este mundo atesora.
Ni siquiera puedo ver
el vuelo de las palomas.
¿Y todo esto por qué?
Ironías del destino
por cruzarse en mi camino
la cruel fatalidad,
fue cuando desperté
e intenté abrir mis ojos
y no lo pude lograr.
¿Y por qué esto a mí, Dios mío?
que siempre me he comportado
como un ser equilibrado,
que siempre te he venerado,
¡y ahora no puedo ver
ni los dedos de mi mano!
Vlcia. 21/02/07