Lugar: la plaza de un pueblo cualquiera.
Don Pedro: ¡Hermoso día tenemos, Don Diego!
Don Diego: Hermoso en verdad antes de topar con vos.
D.P: ¿Qué queréis insinuar? ¿Acaso influyo en el tiempo?
D.D: Ruego que me perdonéis. Yo no quise decir eso, pero ya que lo pensáis, levantad la vista al cielo. Ved que se está cubriendo de nubes como borregos, y eso no es culpa mía.
D.P: ¡No, no! la culpa ha sido mía por creer que vuestra educación era pareja a la mía. Veo que no es así y os pido perdón por la torpeza , por no reconocer a tiempo a un burro o a una oveja.
D.D: ¿Acaso me comparáis con esas bestias, Don Pedro? Pues sepa vuestra merced que cualquiera de esas bestias es mucho mas noble que vos.
D.P: No quise decir tal cosa, pero quiero seros franco. El tiempo que os conozco me habéis tenido amargado, y no va a pasar de hoy el que os diga lo que pienso de vos, pobre mentecato. Sois un montón de carne, por los perros masticado, sin poderos digerir, tuvieron que vomitaros. Así que ya sabéis ahora cual es mi estima por vos. No me lo toméis en cuenta, pero...
D.D: Según quién diga las cosas se hace mas o menos caso. Así que ya en este plan vamos a sincerarnos. A mí me importa un pimiento vuestra estima y posición. Sois un patán sin principios y ninguna educación. Tampoco me importa un bledo lo que vos penséis de mí, pues mis principios me impiden deciros lo que pienso yo de vos, por no herir vuestros sentimientos, si es que os queda alguno. Así que en vuestro beneficio, me abstendré de amargaros, y trataré de ayudaros.
D.P: Don Diego, os ruego me perdonéis, porque me habéis convencido. Me habéis dado en las narices por haber sido un engreído. Aquí presto esta mi mano, y olvidemos lo dicho.
D.D: Don Pedro, lo dicho ya está olvidado, y también ofrezco mi mano. Y como el refrán dice: "vale tanto un buen amigo como un buen vecino, narices".
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